
SUBSISTEMA ECONÓMICO
ASPECTOS GENERALES
La economía que sustenta al Municipio de Aguazul ha sido tradicionalmente de tipo agroindustrial como parte del polo de economía ganadera y agrícola conformado por la región del piedemonte de la Orionoquia, habiendo sufrido en la última década una dramática mutación económica causada por el impacto generado por la explotación de hidrocarburos. Los efectos causados han modificado el escenario municipal existente en todas las dimensiones del desarrollo y en especial en los sectores financiero e institucional.
El área más afectada ha sido la urbana presentado procesos de urbanización muy característicos por su elevado dinamismo, su relativa prosperidad económica y su dispersión espacia[1].
Desde el punto de vista histórico la primera actividad realizada a gran escala fue la ganadería de cría introducida en el siglo XVII gracias a las formas de explotación de las haciendas impulsadas en especial por la Compañía de Jesús (Caribabare, Pauto y Cravo), la cual trajo animales tanto de España como de cebaderos implantados con anterioridad en los Llanos venezolanos.
Los cambios políticos y económicos sucedidos entre los siglos XVIII y XIX produjeron una gran devastación en la región, a tal punto que el Casanare fue declarado como terreno baldío al final de la Independencia. El repoblamiento de la región que se dio al final del siglo XIX permitió impulsar nuevamente la actividad ganadera en la región, siendo la época de la violencia iniciada en 1.949 una nueva causa de la ruina de los hatos que mantenían altos niveles de producción.
Los últimos 50 años permitieron resurgir en menor intensidad la producción ganadera, y complementarla con la producción de arroz que marcó su auge en el municipio en la década de los años 70 y que se ha mantenido hasta ahora.
Estos dos renglones de la economía, ganado y arroz, han sido los que más han activado la economía local en los últimos 30 años, convirtiendo a Aguazul en un centro de producción diversificado de productos agropecuarios. El municipio empieza a hacer parte tanto del área de expansión de la frontera agrícola en el piedemonte, como áreas de sabanas de actividad agropecuaria en las cuales las principales actividades económicas son la ganadería de cría y el cultivo del arroz de riego y secano.
Además de estas características económicas generales la población de menores recursos ha mantenido la tradición ancestral de sembrar los conucos, o pequeñas extensiones de tierra en las cuales se cultiva comida de pancojer como yuca, plátano (topocho), mazorca, fríjol, malanga, verduras, etc.
La explotación petrolera ha sido la actividad más reciente en el territorio aguazuleño, pero también ha sido la actividad que más impacto ha generado en la estructura económica municipal así como en la administrativa, fiscal, social y territorial. Se inició con la explotación de los pozos Gloria (9 en total) por parte de la compañía Elf Aquitane (hoy Perenco) en la vereda de Tesoro Bubuy, para ser continuada en el piedemonte con los pozos de Cupiagua y Cusiana (32 locaciones (52 Pozos)en explotación y 5 Áreas de posibles intervenciones futuras) por parte de la asociación de las compañías Total – Triton – British Petroleum – Ecopetrol, o Asociación Santiago de las Atalayas.
El impacto generado por la actividad petrolera ha afectado todas las esferas de la economía municipal de Aguazul, así como a la administración departamental. Según un estudio realizado por el CRECE para la Asociación Santiago de las Atalayas en 1.996 se sostiene que ‘los cambios económicos que ha experimentado el Casanare en los últimos 10 años, han sido inducidos por la actividad petrolera en los sectores urbanos y apoyados por sectores tradicionales intensivos en mano de obra como el agropecuario con una dinámica ligada a la del resto del país[2].’
Es así como por ejemplo el crecimiento de consumo de energía eléctrica aumentó en un 33% promedio anual, pasando de 9 a 28 millones de KWH en cuatro años hasta 1.997, y que se incrementaron usos urbanos como los montallantas, los hospedajes, los restaurantes y en especial las cantinas, creándose especulación sobre los precios de la tierra, los arriendos, los alimentos y el valor de la mano de obra.
A pesar de esto en los estudios presentados por la compañía B.P. como requisito para obtener la Licencia Ambiental Global[3] se afirma que los efectos generados por la explotación no han generado grandes impactos ni en cuanto al empleo, ni en los alimentos. Se afirma que ‘la industria petrolera no compite con la mano de obra local por lo tanto, no es probable que induzca aumentos en los salarios agropecuarios’ y que ‘el precio relativo de 35 alimentos agrícolas, pecuarios y procesados en Yopal, que equivalen al 38% del consumo privado, se ha mantenido estable entre 1990 y 1995 en comparación con Santafé de Bogotá’.
También se afirma que el aumento en el valor de los precios del m2 de construcción al doble se debe al gran déficit en la oferta de vivienda, no a las expectativas generadas y que por el contrario se ha facilitado la modernización y el fortalecimiento de la estructura productiva regional. Lo que no parece ajustarse a la realidad pues las expectativas de empleo generaron un exceso de mano de obra y encarecieron los alimentos, los arriendos y el valor de las construcciones. El impacto se sintió especialmente en sectores comerciales menores como la venta de bebidas, de comidas, de ropa, etc.
La economía que sustenta al Municipio de Aguazul ha sido tradicionalmente de tipo agroindustrial como parte del polo de economía ganadera y agrícola conformado por la región del piedemonte de la Orionoquia, habiendo sufrido en la última década una dramática mutación económica causada por el impacto generado por la explotación de hidrocarburos. Los efectos causados han modificado el escenario municipal existente en todas las dimensiones del desarrollo y en especial en los sectores financiero e institucional.
El área más afectada ha sido la urbana presentado procesos de urbanización muy característicos por su elevado dinamismo, su relativa prosperidad económica y su dispersión espacia[1].
Desde el punto de vista histórico la primera actividad realizada a gran escala fue la ganadería de cría introducida en el siglo XVII gracias a las formas de explotación de las haciendas impulsadas en especial por la Compañía de Jesús (Caribabare, Pauto y Cravo), la cual trajo animales tanto de España como de cebaderos implantados con anterioridad en los Llanos venezolanos.
Los cambios políticos y económicos sucedidos entre los siglos XVIII y XIX produjeron una gran devastación en la región, a tal punto que el Casanare fue declarado como terreno baldío al final de la Independencia. El repoblamiento de la región que se dio al final del siglo XIX permitió impulsar nuevamente la actividad ganadera en la región, siendo la época de la violencia iniciada en 1.949 una nueva causa de la ruina de los hatos que mantenían altos niveles de producción.
Los últimos 50 años permitieron resurgir en menor intensidad la producción ganadera, y complementarla con la producción de arroz que marcó su auge en el municipio en la década de los años 70 y que se ha mantenido hasta ahora.
Estos dos renglones de la economía, ganado y arroz, han sido los que más han activado la economía local en los últimos 30 años, convirtiendo a Aguazul en un centro de producción diversificado de productos agropecuarios. El municipio empieza a hacer parte tanto del área de expansión de la frontera agrícola en el piedemonte, como áreas de sabanas de actividad agropecuaria en las cuales las principales actividades económicas son la ganadería de cría y el cultivo del arroz de riego y secano.
Además de estas características económicas generales la población de menores recursos ha mantenido la tradición ancestral de sembrar los conucos, o pequeñas extensiones de tierra en las cuales se cultiva comida de pancojer como yuca, plátano (topocho), mazorca, fríjol, malanga, verduras, etc.
La explotación petrolera ha sido la actividad más reciente en el territorio aguazuleño, pero también ha sido la actividad que más impacto ha generado en la estructura económica municipal así como en la administrativa, fiscal, social y territorial. Se inició con la explotación de los pozos Gloria (9 en total) por parte de la compañía Elf Aquitane (hoy Perenco) en la vereda de Tesoro Bubuy, para ser continuada en el piedemonte con los pozos de Cupiagua y Cusiana (32 locaciones (52 Pozos)en explotación y 5 Áreas de posibles intervenciones futuras) por parte de la asociación de las compañías Total – Triton – British Petroleum – Ecopetrol, o Asociación Santiago de las Atalayas.
El impacto generado por la actividad petrolera ha afectado todas las esferas de la economía municipal de Aguazul, así como a la administración departamental. Según un estudio realizado por el CRECE para la Asociación Santiago de las Atalayas en 1.996 se sostiene que ‘los cambios económicos que ha experimentado el Casanare en los últimos 10 años, han sido inducidos por la actividad petrolera en los sectores urbanos y apoyados por sectores tradicionales intensivos en mano de obra como el agropecuario con una dinámica ligada a la del resto del país[2].’
Es así como por ejemplo el crecimiento de consumo de energía eléctrica aumentó en un 33% promedio anual, pasando de 9 a 28 millones de KWH en cuatro años hasta 1.997, y que se incrementaron usos urbanos como los montallantas, los hospedajes, los restaurantes y en especial las cantinas, creándose especulación sobre los precios de la tierra, los arriendos, los alimentos y el valor de la mano de obra.
A pesar de esto en los estudios presentados por la compañía B.P. como requisito para obtener la Licencia Ambiental Global[3] se afirma que los efectos generados por la explotación no han generado grandes impactos ni en cuanto al empleo, ni en los alimentos. Se afirma que ‘la industria petrolera no compite con la mano de obra local por lo tanto, no es probable que induzca aumentos en los salarios agropecuarios’ y que ‘el precio relativo de 35 alimentos agrícolas, pecuarios y procesados en Yopal, que equivalen al 38% del consumo privado, se ha mantenido estable entre 1990 y 1995 en comparación con Santafé de Bogotá’.
También se afirma que el aumento en el valor de los precios del m2 de construcción al doble se debe al gran déficit en la oferta de vivienda, no a las expectativas generadas y que por el contrario se ha facilitado la modernización y el fortalecimiento de la estructura productiva regional. Lo que no parece ajustarse a la realidad pues las expectativas de empleo generaron un exceso de mano de obra y encarecieron los alimentos, los arriendos y el valor de las construcciones. El impacto se sintió especialmente en sectores comerciales menores como la venta de bebidas, de comidas, de ropa, etc.
La experiencia real indica que no ha habido una inserción real en la dinámica propia del municipio por parte de la población flotante, pero que si ha habido un impacto grande en la reestructuración de la administración local, la cual se ha convertido en una de las principales fuentes de empleo por causa del aumento de los recursos financieros a través del incremento de las regalías.
Sin embargo el impacto económico de las actividades petroleras en el área no se ha acabado de cuantificar. Ha dejado tanto impactos positivos como negativos al igual que ha sucedido en otras regiones consideradas como enclave económicos por el Estado central.
Pueden resumirse los efectos de la explotación usando un texto de la política urbana en el cual describe a los enclaves económicos como parte de “procesos de industrialización y urbanización, asociados con un incremento de los ingresos, que tienden a aumentar la demanda de productos comerciales intensivos en capital y tecnología y reducir la de cultivos tradicionales, intensivos en mano de obra. Estos dos efectos combinados ponen a funcionar fuerzas expulsoras de mano de obra de campo a la ciudad, generando presiones por suelo urbano y servicios prestados por atributos urbanos.[4]
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